William Dathan Holbert conocido como el "Salvaje Bill" esperaba la visita de este medio de comunicación el pasado 9 de enero de 2024.
Ingresar a la Mega Joya no es nada fácil. Luego de pasar tres filtros previos, entre los que se incluía una lista si el preso tenía derecho a visita; si el visitante no tenía cuentas pendientes con la ley y el tercero fue la vestimenta adecuada y si a simple vista los productos que llevaban los familiares eran los permitidos. Todos los presentes fueron enviados a formarse en fila, a lo interno de aquella sala de espera, dividida por barandas de hierro.
El primer grupo de familiares esperaba la autorización para seguir avanzando. Eso no fue posible hasta que se pusiera todo en orden para los 24 visitantes, quienes se dirigían al Pabellón C Extrema 2-2, donde el "Salvaje Bill" comparte patio con otros 53 reclusos.
Afortunadamente se hicieron las correcciones que indicaron los custodios y cada familiar cuidaba los paquetes que llevaba. Pasada las 7:00 a.m. aparecieron varios uniformados de la Policia Nacional y rondaban en el área.
Minutos después, uno de ellos dio la orden para continuar en fila hacia un área cerca de la sala de guardia. Antes de entrar, una uniformada pidió colocar todas bolsas en el piso y abrir los paquetes. Con voz tajante solicitó a los visitantes alejarse de los paquetes y esperar una nueva orden.
Casi al instante apareció otro uniformado con una unidad canina, animal que verificaría si no había sustancias ilícitas entre los productos que ingresaban al penal. No hubo irregularidad y se invitó a pasar a otra sala de espera.
Se insistía en mantener el orden de la fila. Se transitó por un área de baños donde el olor era nauseabundo. A pesar de eso, hubo algunas damas que corrieron por papel higiénico y entraron a los baños. Desde una de las ventabas se observó el desbordamiento de aguas negras a un lado de esta sala de espera.
En tanto, el primer grupo de visitantes aguardaba en silencio. Nadie se podía colar. En este momento, apareció un uniformado dando más indicaciones. Una de ellas fue que todos se sentaran y colocaran sus bolsas delante de sus pies. Aquí es preciso mencionar que nadie debe cuidar los paquetes de otro y si lo permite, se arriesga a una mala experiencia.
El policía fue insistente. Solicitó mirar el puesto donde estaba cada uno y a su alrededor. Dijo que todo estaba limpio, por lo tanto, si al salir del recinto él encontraba un papel de pastilla, galleta o cualquier cartucho, inmediantamente ese visitante perdería su visita.
Obviamente todos los presentes corrieron a colaborar. Aquí, la espera se tornó tediosa. No había llegado el bus que trasladaría a los familiares y que haría el primer viaje con 60 pasajeros. El bus se llenó de atrás hacia adelante y todos debían caber, incluyendo una cantidad considerables de bolsas y cartuchos llenos de comida colocados en los pasillos de aquel "diablo verde" de Pacora.
Por este servicio de transporte se paga un dólar (incluye ida y vuelta). En el segundo viaje, entraron los 24 visitantes que iban hacia el Pabellón C Extrema 2-2. No hubo un orden y cada quien se ubicó como pudo. Esta vez incluyeron a 10 pasajeros más, es decir que iba 70 pasajeros en total. En el bus ya no cabía ni el policía que custodia este recorrido. Le tocó ir casi guindado en el estribo, pese a que solicitó correrse hacia atrás.
Dentro la gente sudaba. Algunos con bolsas pesadas trataban de apiñarse más para darle paso a otros. Aunque usted haya pagado un dólar, igual viaja de pie o sentado y no hay reclamo. No faltó el clásico comentario: "córranse, los puestos de la izquierda son de tres". Eso prendió el racho de comentarios de molestias y también de risas.
Y así se avanzó... Hay que transitar por un viejo puente, al que le suenan todos los tornillos, pero ya eso es normal para quienes frecuentan este viaje. A lo lejos se pasó por La Joyita, La Joya y se visualizaban los pabellones y uno que otro privado de libertad en las áreas comunes.
Se llegó a la Mega Joya. Se hizo pasar en fila a los 24 visitantes del Pabellón C, Extrema 2-2. Señores, los filtros no habían terminado.
Hubo que hacer otra fila para que los perros pasaran descartando si había sustancias ilícitas entre las mercancía que se llevaba.
El siguiente paso fue la revisión de toda la comida y productos que llevaban los familiares. Una docena de custodios estaban manos a la obra.
Mientras se esperaba en silencio y se veía todo los que no le estaban dejando entrar a los familiares, hubo un custodio que salió haciendo la siguente salvedad. Dijo que "pobre de aquel que entre con zapatillas nuevas y no salga del penal con ellas". Amenazó con que si se corrían ese riesgo, iban a terminar ante un juez de paz.
Se conoció que en muchacho de Panamá Oeste llevaba sus zapatillas recién entrenadas de Año Nuevo y se le acercaron a aconsejarle que ni se le ocurriera cambiarla con su visita, pues se iba a arrepentir. Los ojos estaba puestos en él.
Allí, en esta revisión, lo único que se llevaba al "Salvaje Bill" fue una pizza en vasijas transparentes. Pese a ello, el custodio agarró un cucharón de madera mojado y lo metió atravesando los pedazos de pizza. No encontró nada, cerró las vasijas e hizo un nudo en el cartucho donde se llevaba esa aperitivo.
No había que cantar victoria, pues faltaba la revisión de cada persona. Aquí se pidió a los visitantes entrar a un baño y se les revisó si llevaba mercancia adherida al cuerpo o entre la ropa. Recordaron a las damas que debían llevar ropa interior, pues en la visita del 8 de enero detectaron a una dama sin panty y le suspendieron la visita.
A los caballeros se les pidió desabrochar los pantalones y sacudir el elástico de los boxer para descartar que no portaba nada irregular.
Chequea esto: La odisea de las primeras horas para poder visitar al Salvaje Bill en la Mega Joya
El viacrusis estaba llegando a su fin. Se pasaron por tres puertas enormes, había custodios por todos lados observando mientras los familliares en fila llegaban al patio de la visita.
Los 24 visitantes se sentaron y esperaron a que salieran los privados de libertad. Toda el área es observada por custodios. Había un pastor que saludó a algunos familiares ya conocidos.
El momento fue emotivo. Algunos tenían meses que no veían a sus familiares y se fundían en un abrazo y lágrimas. De repente salió William Dathan Holbert con sus ojos saltones y diciendo "Didier, ¿dónde estás?".
Al ubicar a este medio, estrechó la mano, dio un abrazo y se sentó explicar la razón de esta visita. Como no se permite celular, ni grabadora ni bolígrafo para la labor periodística, "Salvaje Bill" ofreció una libreta para apuntes y una pluma roja. Él ya traía algunas anotaciones y obsequó el libro autografiado "El Redimido", que él escribió estando en prisión en 2022.
Entre los puntos de importancia dio a conocer que:
1. "Lo que hablo hoy es la verdad que viven los presos de Panamá. No miento. No exagero. Puedo comprobar todo".
2. "No llamo a nadie preso a la rebeldía. Siento que los presos deben cumplir sus obligaciones, de comportamiento, a pesar que el sistema está fallando. No llamo a huelga de hambre, soy un organizador de acción. Solo una voz en el desierto del sistema penitenciario diciendo al público las realidades".
3. "Tomo un gran riesgo personal en decir la verdad de la corrupción. El Sistema Penitenciaro mantiene mazmorras como Punta Coco, El Metro y el Sector C para silenciar y hasta acabar con la vida de los privados de libertad que hablan de estos temas".
4. "La amenaza de la inseguridad más grande al ciudadanos promedio es la falta del sistema penitenciario a los culpables de delitos. Nuevas violaciones, nuevos homicidios, nuevos robos. Nuevas víctimas, cada vez que un excriminal reincide después de irse libre".
5. "Ni yo ni la gran mayoría de los privados quieren estar en guerra con el sistema penitenciario. La mayoría de los presos (incluyéndome yo), quieren acceso a los programas de resocialización que el sistema ha eliminado, como trabajo, el estudio significante, entrenamiento ocupacional, programas de fe, trato pisicológico, etc".
6. "Existen líderes entre el cuerpo de los internos que quieren ayudar en la rehabilitación y resocialización de los privados de libertad. Estos privados son los que más reciben odio y maltrato del sistema. Queremos ser socios del gobierno, amigos, pero nos detestan y nos castigan".
7. "Incluyo una lista de beneficios, que son derechos mínimos, garantizados a los privados de libertad por la Ley 55 de 2003 y el Decreto Ejecutivo 393 de 2005".
8. "No peleo nada para mi, pero mi deseo para mi futuro, dentro del sistema es estudiar derecho en el Centro El Renacer, en donde existe un programa universitario".
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Conozca sobre "El Redimido", el libro escrito por Holbert durante su estadía en la prisión.